El sol abrasaba las nucas del auditorio Miguel Ríos cuando nos abrieron las puertas para empezar una jornada intensiva de rock and roll. En esta sexta edición, el RivasRock se presentaba con récord de pre-venta (12.000 entradas) por lo que se esperaba mucha, mucha peña. Como siempre, las cosas de palacio van despacio, y al principio estábamos poco más de cuatro gatos amontonados en los pequeños cachitos de sombra que había en las gradas y, sobre todo, frente al escenario. Pero nos daba igual: peor estaremos cuando nos toque en el infierno.
Abría la jornada Yo no las conozco, una banda de rock ligero con influencias punk, íntegramente compuesta de mujeres. Abanderaron (literalmente) su nombre con energía escénica y con mucha alegría, interpretando una música sin tralla pero bailable, con contenido social y, sobre todo, feminista. Con temas como “Peldaños” (el que más convenció con su estribillo pegadizo), “Saltar” o “Contigo”, y sobre todo con un movido mix de los clásicos “Salgo a la calle” (de Elektroduendes) con “Otra noche” (de Kaotiko) consiguieron mover a un público por lo general bastante paradete, pero con ganas de fiesta.
La movida seguía con Gritando en Silencio, que entraron a plomo en el escenario. Su rock&roll empezó a mover a un público que empezaba a notarse, aunque aún era escaso. Sin embargo, temas como “¿Dónde te has quedao?”, “Actitud”, “A la luz de una sonrisa” o “A las armas”. Hicieron saltar y vitorear a los fans del grupo, que aunque cumplió, me estuvo algo parado en el escenario. Todo sea dicho, el calor no ayudaba y era duro telonear a los monstruos que se avecinaban y que tanto estábamos esperando.
Comenzó a sonar después la música del padrino. El público, por primera vez numeroso, empieza a aplaudir. Sale Evaristo, cantante y eskupidor profesional. Gatillazo empieza a dar caña, con un set-list completo donde no faltaron las típicas jotas del pollero, intercaladas entre temas como “El caos perfecto”, “Esclavos en el siglo XXI”, “Mucha Muerte”, “Bla-Bla-Bar”, “Fosa Común”, “N°1 en USA”, “La última patada”, “HSuicidio”, Odio a los partidos”… la lista es larga. Apenas hubo silencio entre temas, salvo un momento en que a la voz de “tócame las tetas, Carlitos, que no se a vosotras pero a mi me relaja” el cantante pidió al guitarrista un masajito. Por eso, también en boca de Evaristo, “sí estábamos contentos al principio, ya no nos cabe una pajita por el culo”. Como siempre, Gatillazo da el show que se le espera, metiendo también un par de temas para los nostálgicos de La Polla como “Txus” y “Johnny” (les molan los nombres propios a los jodios). Ni la energía de la formación ni las frases de Evaristo tienen nunca ni miaja de pérdida de tiempo, y siguen mereciendo la pena pa pasar un rato de cachondeo ácido y punkoso.
Al acabar, la marea de punkis se fue sin esperar. Gran error. KOMA entró después como un vendaval. Los riffs, las percus, los rugidos… no temo equivocarme si digo que los metaleros tuvieron el sonido más contundente de todo el día. Sonaban compactos, limpios, cañeros, a ratos incluso brutos, y movían al público con mucho arte. Yo no los había visto (por falta de coincidencia) y tampoco era el grupo al que venía a ver, pero salí más que sorprendido, y ya no les perderé la vista. Temas como “Tío Sam”, “Protestantes”, “Bienvenidos a degüelto”, “La almohada cervical”, “El muro de Berlín”, “El pobre” o “Imagínatelos cagando” nos hicieron gozar con sus letras ácidas y contundentes, sus estructuras trabajadas, la tralla del buen metal, y la reunión de su formación original. Simple y llanamente, brutales.
Ya empieza a oscurecer, y poco a poco refresca. Boikot vienen para caldear el ambiente. Para muchos, es la primera vez que nos encontramos con la reciente formación de a ocho. Sinceramente, cuando me enteré de que Julio Maloa de La raíz entraba en Boikot no lo vi nada claro. El cantante es cojonudo, pero en el rollo de Boikot… resulta, sorprendentemente, que es la hostia. Cometí el error del prejuicio, y me ha gustado el post-juicio. Su energía funciona muy bien en directo, al igual que la de Albert Benavent y Jano Vela. Los temas sonaron un poco más sinfónicos que en otras ocasiones (pasó especialmente en “Comandante Che Guevara”) y los fraseos rapeados de Maloa salpicaron no sólo el tema “Lloraré” (compuesto con la actual formación) sino también algunos otros. Obviamente los temas cambian, y eso no gustará a los muy puristas. Y en su favor, la verdad es que el grupo sí que ha adquirido un cierto aire a La Raiz. Pero epa, la movida no suena mal. Es fresca, tiene energía: merece la pena. Sonó el set-list clásico de Boikot en los últimos años, con temas como “De espaldas al mundo”, “Gasolina, vidrio y mecha”, “Ska-lashnikov”, “Inés”, “Sin tiempo a respirar”, “Kualkier Día” o “Bajo el suelo”. La verdad es que nos hicieron saltar, bailar, gritar, poguear, difrutar… Lo de siempre pero distinto, ni más ni menos.
Y ea, aparece el grupo más esperado del día: el retorno de Ska-P a los escenarios madrileños. Todos sabemos que ellos, el grupo de ska-punk que trascendió los oídos de la gente del rollo para convertirse en un fenómeno casi pop (en ningún armario de pijo progre adolescente que se precie puede faltar una camiseta de Ska-P y su Gato Lopez); ellos son el motivo principal de la gran afluencia de público a la edición de este año. Y se nota: cuando salen, el Miguel Ríos está hasta arriba. La gente grita casi como si viese a los Beatles y empieza el show, que fue francamente bueno. El sonido era fantástico: los temas sonaban clavados, como en los discos. El show audiovisual de las pantallas era notable, con muchos vídeos acompañando a las canciones (recuerdo, por ejemplo, el montaje con plantas de hierba en “Cannabis”). Las luces fueron fantásticas, preciosas, con cromatismos policiales en “Romero el madero” (donde tocó Paco, antiguo batería de la banda) y haces de luz arcoiris en “Mestizaje”, así como republicanos en “Jaque al rey”, donde Eloi Yebra, sustituto de Pipi, salió disfrazado de monarca para hacer el canelo. Como es habitual, el show de Ska-P es muy teatrero, y en él van apareciendo diversos personajes que dan una cierta narrativa a algunas de las canciones, motivadas a veces como reacción a la actitud o aparición del personaje o finalizadas por él y por su mala leche. La verdad es que es un show cuidado, trabajado, bien estructurado. El set-list de Ska-P, creo que hizo las delicias delicias de todos y todas, con temas como “Gato Lopez” (es flipante la de caricaturas del felino que aparecieron en la pantalla), “Intifada” (donde sacaron una gigantesca bandera palestina), “Derecho de admisión”, “Lágrimas y gozos”, “Mis colegas”, “Niño soldado”, “A la mierda”, “Ñapa es”, “Tío Sam”, “Estampida”, “El vals del obrero”… todos los clásicos. Creo que ningún tema importante se quedó fuera, y eso Ska-P que tienen muchos. Señalaré que dejaron subir al escenario a un colectivo antifascista de Rivas para hacer un llamamiento a la movilización activa en los barrios, y que, pese a las críticas que podamos hacer a la comercialización de su mensaje y su marca, tienen un show cuidado, currado, que funciona, y que no puede evitar hacer disfrutar a quienes hemos crecido con Ska-P en las orejas, por kostras y punkarras que nos sintamos.
Tras el climax de los últimos dos grupos, una marea de gente abandonó el recinto, que se quedó con la mitad de la población que había tenido entre Boikot y Ska-P. Era de esperar, aunque creo que fue un gran error por parte de quienes se fueron. Y es que después venía la electrónica rítmica y reivindicativa de ZOO, con sus vientos cuasi-fantásticos y sus rapedados mensajes, picantes, punzantes, cargados de retórica y dobles sentidos en catalán (valenciano, más certeramente) y en castellano. Audiovisuales currados y luces frenéticas revistieron temas como “Estiu”, “Ventiladors”, “Palestine”, “Los borbones son unos ladrones”, “Raval” y el brutal “Corbelles”. Con ellos, y en cierto momento con la ayuda de un niño de unos diez años que apunta a maneras en esto del rap, movieron los esqueletos de todos los resistentes, necesitados de calor ante la repentina ventolera que se levantó en el cerro donde se ubica el auditorio Miguel Ríos.
Para acabar, Trashtucada subió al escenario, eso sí, con casi media hora de retraso. Pero no importó, porque entraron reventando. Temas como “¿De festi? Vale”, “Penelope” o “En la calle”, pusieron con alegría broche final a una gran jornada de rock and roll en Rivas, un día en el que vimos y escuchamos un amplio espectro de modos de hacer rock reivindicativo en tiempos donde la protesta no está desligada de la fiesta ni del disfrute, sino integrada en ella, gracias a eso que tanto nos gusta: la actitud, la música, el rock and roll.
Crónica por: Zule
Fotos por: Pedro Bao