Tratar la vuelta de Avalanch para celebrar el 15º Aniversario del que sea probablemente uno de los discos de heavy metal más influyente de toda la historia del género dentro de nuestras fronteras, resulta tan farragoso como hasta cierto punto accesorio. Todo el salseo metalero que se ha ido fraguando en torno a este proyecto por temas más personales que musicales es en gran medida obviable, pero llegados al caso también es cierto que se podría haber gestionado de un modo más elegante. De cualquier forma, si no te enteraste de toda la parafernalia que se montó a raíz del anuncio de la nueva formación y te va la marcha rumbera, siempre puedes tirar de hemeroteca y así saciar tu curiosidad, la que suscribe estas líneas no va a dar más cancha a estos temas.
A través de un cuidado sistema de crowdfunding la nueva banda formada por Alberto Rionda, Isra Ramos (cantante de Alquimia), Jorge Salán, José Paz a los teclados y Mike Terrana y Magnus Rosén a la batería y bajo respectivamente, graban de nuevo «El Ángel Caído» añadiendo además material extra inédito como la canción «Crisálida» o la regrabación del clásico «Torquemada». El disco fue publicado en formato digital hace un mes escasamente, pero también se repartirán una serie de limitadísimas copias físicas firmadas por Alberto Rionda que se pudieron adquirir a través del mecenazgo ya comentado. Además, las actuaciones en directo con la «All Star Band» son en España tan contadas como exclusivas, siendo una de las fechas indudablemente más señaladas del tour la del pasado sábado 17 de junio en La Riviera, para la que se venían anunciado colaboraciones de lo más variadas dentro del heavy metal estatal.
Ese ambiente especial se respiraba nada más pisar la explanada que precede la puerta de la sala, viendo la larga fila de personas esperando entrar y coger un buen sitio. Una vez dentro son las ocho y cuarto y aquello presenta una numerosa audiencia, expectante, algunos leyendo el curioso tríptico que nos dieron a la entrada y otros observando fascinados la performance del escenario. Este venía respaldado por una enorme pantalla que mostraba un cielo encapotado y además se encontraba a dos alturas, estando abajo y en el lado izquierdo un ángel (suponemos que caído de ese mismo cielo) que mueve sus enormes alas melancólicamente, todo ello coronado en el centro por una batería que muestra toda suerte de platos y accesorios imaginados y que da un aspecto general imponente.
A las ocho y media se apagan las luces. Aparece Alberto Rionda y desgrana unas notas de su guitarra en lo que parece un improvisado solo que pronto se convierte en los reconocibles acordes de «Santa Bárbara», empezamos por el final, pienso, pero la intensísima melodía que nos trae la patrona de los mineros hace que el comienzo sea de lo más emotivo. Después va apareciendo el resto de la banda que se dispone presta a tocar «Hacia La Luz», primer corte de «El Ángel Caído» y tras «Tierra de Nadie», descargan el archiconocido tema homónimo del disco. Entre el público vivimos con auténtica euforia este paseo por las composiciones más emblemáticos del heavy metal nacional, disfrutando con las virguerías de Rionda y Jorge Salán a las seis cuerdas, el potente bajo de Magnus Rosén y las bestiales sacudidas de Mike Terrana a los platos y timbales, acompañado por la deliciosa base de teclado construida por José Paz. Nosotros respondemos cantando de principio a fin, hasta el más mínimo detalle, lo que hace que de primeras no escuchemos demasiado la voz de Isra excepto en momentos puntuales (quizás agudos a los que no llegamos), pero a medida que va pasando el tiempo nos damos cuenta de que el problema no es que nosotros cantemos alto sino que la voz está a un volumen alarmantemente bajo. Junto a la fuente en la que un día juré…empiezan a capella y nosotros continuamos entusiasmados, lo recitamos varias veces hasta que empiezan los golpes de batería que anuncian definitivamente «Xana», y entonces tras veinte segundos se paran, Mike ha tenido algún tipo de percance que tardará en reparar. Rápidamente Isra comenta que Como es un DVD, se puede cortar, y enseguida Magnus Rosén toma el relevo y saca un ritmo a base de tapping y otras técnicas que se nos escapan de su bajo verde flúor hasta que pueden continuar. Tocan, ahora sí, la preciosa «Xana», y el final se me antoja demasiado rápido, como si Mike quisiera recuperar el tiempo perdido y se acelerara (quizás fue una sensación que sólo tuve yo). Tras «La Buena Nueva» y el cañón de «Levántate y Anda» (donde prácticamente sólo llegamos a distinguir el agudo del final) de entre el público se escucha el grito de No se oye, no se oye y otra voz surge diciendo, Isra, queremos oirte; el tema del volumen de la voz empieza a ser un verdadero problema que no nos deja disfrutar todo lo que quisiéramos. Me muevo por la sala en busca de un mejor sonido mientras continúan con «Alma en Pena» y con «Corazón Negro» donde Rionda y Salán hacen un duelo de guitarras memorable y Alberto continúa con un pequeño juego con la audiencia para después romper de nuevo con «Corazón Negro». Están respetando estrictamente el orden del disco con lo que no te sorprenderá que siguieran con «Delirios de Grandeza», donde a título personal echo en falta la dulzura y los matices vocales que caracterizan esta tierna canción, seguida del baladón «Antojo de un Dios». Nos acercamos cada vez más a la que quizás sea la ópera rock en castellano dividida en tres actos más influyente del género y que corona magistralmente este álbum conceptual. Efectivamente, tras «El Séptimo Día» y de la mano de José Paz, empieza el teclado que todos reconocemos al inicio del primer acto seguido del no menos célebre riff de guitarra que le sigue. Un momento que sentimos verdaderamente que quedará para la posteridad y que nos encoje el corazón cuando en el segundo acto sale a escena Leo Jiménez, fiel a su papel de Hombre que trata de razonar en vano con un Dios que se siente totalmente traicionado. En los escasos cinco minutos que dura su intervención La Bestia se come literalmente el escenario despertando, aún más, la euforia del respetable y haciéndonos sentir absolutamente dichosos de estar allí presentes. El tercer acto es un auténtico despliegue de virtuosismo a los teclados y a las seis cuerdas, que se doblan a una velocidad vertiginosa. Lamentablemente se nos escapa en un suspiro.
La segunda parte del espectáculo empieza a las diez de la noche y saca a relucir una selección de temas de toda la trayectoria de la banda, en cada una de sus épocas, con enormes colaboraciones. «Mil Motivos» es la primera muestra, donde participa «Débler», o «Papel Roto» con la arrolladora voz de Xina de «Oker». Otro momento álgido es sin duda «Pelayo», con Jorge y Víctor de «Zenobia» a la voz y a la guitarra y Jorge Rodríguez de «Escuela de Odio» a la batería. Echamos en falta una presentación formal de las colaboraciones entre canción y canción, pues ésta se limita a una imagen por la pantalla del fondo (la cuál es difícilmente visible desde los laterales) y a veces ni eso; además los espacios que hay entre medias de cada tema se quedan muertos a modo de corte de escena, como si fuera una mera grabación sin público. Echamos realmente en falta algo de calor e interacción por parte de la banda, pues estos espacios muertos se vuelven de lo más aséptico e impersonales. Sin embargo el recital continúa con esa tónica, pero a cambio nos regalan la oportunidad de oir a Juan Lozano, primer cantante de la banda, en la «Llama eterna» o el delicado sello de identidad que imprime a los teclados Manuel Ramíl en «Niño», una verdadera belleza, junto con otras aportaciones que dejo que descubras en el DVD que lanzarán con ellas. Culminamos la obra con la fiera de Tete Novoa en un duelo de registros imposibles a la voz con Isra, y Niko del Hierro al bajo en el himno por excelencia de la banda, «Torquemada». Acabamos recuperando el tríptico que nos dieron a al entrar, en él, la letra impresa de la hermosa «Cambaral» que recitamos todos en una original e intimista versión acústica entre Rionda, Isra y el gran Jose Carlos Molina a la voz y a la flauta, ahora sí que nos sentimos auténticamente partícipes, recuperando la cercanía y complicidad entre la banda y los fans. Como colofón presentan uno a uno y como se merecen a todos los músicos que han participado, los cuales nos despiden muy calurosamente.
Una noche con sus claros y sus oscuros pero que en cualquier caso queda inscrita en letras doradas en la historia de nuestro mejor heavy metal.
Crónica por: Elena O.B
Fotos por: Pedro Bao