La Independence era el lugar al que asistimos para tratar de oír revivir a Eskorbuto, al menos por un rato. Aunque del trío calavera sólo estaría Pako (¿qué remedio le queda a esta historia triste?), queríamos escuchar todos esos viejos temas que a muchos de nosotros nos habían traído, de atajo en atajo, hasta esta encrucijada.
Queríamos una dosis de aquellas canciones que nos han dirigido por la ruta 77 hasta el infierno del punk, nuestro modo de vida, en ciertos momentos el único modo de seguir viviendo rock and roll a estas alturas de la historia. Porque no se el resto, pero yo no sería quién soy sin Eskorbuto.
Etsaiakeroak
Antes de Pako y sus nuevos compinches (Alik Kalaña uno de ellos) venía una cojonuda sesión de punkarreo harcoreta algo más técnico, un sonido brutal a medio camino del metal: Etsaiakeroak, el nombre con el que hace unos años Auo, el cantante, revivió la mítica Etsaiak, otra de las grandes del rock euskaldun.
Su hardcore reventó la sala desde el principio, iluminado por esquizas luces estroboscópicas, que no dejaron de parpadear ni por un instante, al son de los movimientos de todos los músicos, que sudaron a tope las camisetas, moviendo cuerpo, cabellera y cuello. Temas como “Amén”, «Kaos”, “Zaindari Ustelak”, “Zuzen”, “Vómito, miseria y vida”, “Subersión Antimilitar”, “No more Trump”, “Bala perdida”, “Entre la espada y la pared” o “A reventar” hicieron temblar (entre otros) la sala Independence, que lo estaba gozando. Resaltar que en el escenario estuvo bien visible durante buen trecho del bolo una camiseta naranja que reclamaba financiación para la investigación contra la ELA, camiseta que llegó a ponerse un rato el guitarrista de la formación.
Eskorbuto
Tras un breve descanso tabaquero, salió a escena lo que queda de Eskorbuto. El bolo sonó bien, y en él sonó todo lo que podíamos esperar: aunque nos quedamos con ganas de alguna cosilla, no podemos decir que no sonase el gran grueso de los temas de Eskorbuto. Por recontar un poco, tocaron “Antitodo”, “Cuidado” (dedicada a Iosu y Juanma), “Cerebros destruidos”, “Rogad a Dios”, “Mierda, mierda, mierda”, “Os engañan”, “Eskizofrenia”, “Maldito País”, “Ratas en Vizcaya” y “Adiós reina mía”, entre otras muchas. Sí que habrá que decir lo evidente: lo que suena es Eskorbuto, y lo disfrutamos porque suena a Eskorbuto, pero nada más. Ver a Pako y a su gente es una gozada: bailar los clásicos, cantarlos abrazados a desconocidos con los que codeamos de buen rollo… es una fiesta recomendable para todo amante de la banda y del rock radikal.
Pero no pidamos peras al olmo: se nota que no estamos ante Eskorbuto, aunque solo sea porque sabemos que no estan todos. Esta caña, con pocas palabras y mucha energía discurriendo por el hilo musical eskorbutero, no deja de ser un sucedáneo de cerveza, una golosina para quienes no pudimos vivir esa época dorada (y ponzoñosa) en la que los tres grandes retumbaban en salas y garitos, un merecido homenaje a Pako, por ser quién es y hacer lo que hizo, un ritual de memoria y nostalgia que a quien, sin ser iluso, vaya esperando beber todo lo que puede beberse (ni más ni menos) no dejará sediento (o quizás sí, según cuanto cante).
Como coda final, el concierto fue grabado íntegramente por un técnico de vídeo, por lo que sospecho que en no demasiado podremos disfrutar de un montaje con imágenes de la gira del kaos y la destrucción naufraga que viene rodando por el Estado desde hace algo más de un año, unas imágenes que, por lo vivido, deben derrochar punk y energía, imagenes que esperaremos con los brazos abiertos.
Crónica y Fotos por: Zule