Dos estupendas palabras para una banda, pero terribles para sus seguidores: “Sold out”. Mucha gente se quedó el 10 de marzo fuera de la Gruta 77 con ganas de concierto. La experiencia nos demuestra que no siempre hay que confiar en poder conseguir entradas en taquilla y GBH era un plato demasiado bueno como para esperar al último minuto.
Ante una audiencia bien surtida de crestas mohicanas y seguidores del hardcore, como teloneros de los de Birmingham, se presentaba una interesante banda de la zona sur de Madrid llamada BLADDERS, que ya han abierto descargas para otros insignes punkeros de siempre como Poison Idea. Ataviados todos a excepción del batería Carlos Catalá con el mismo modelo de camisa gris a modo de uniforme, el cuarteto Bladders supieron captar la atención de los asistentes desde el primer momento con su rápido punk melódico cantado en inglés; el propio vocalista de GBH, Colin Abrahall, era uno más de los atentos espectadores entre el público.
Así, Bladders descargaron canciones como “Golden passions”, “Shoot them all”, “Train to Seattle”, “Weird”, “Stickin´ in my eye”, “John Connor”, “Whitebait”, “Bacteria”, “Screw you”, “Born to die”, “Hey bonita” o “Twisted Brains”. Estas canciones dan muestra de que las principales influencias del grupo son el hardcore de NOFX o Lagwagon y también gustan de introducir sonido grunge, ska o reggae. Finalizando el concierto, el guitarrista Isaac Rollán recomendó el “Bartolini Fest” para el próximo 18 de marzo en la sala Rock Palace en la que estarán con Aznar Youth, Falsa Bandera, Los Cheddars y No Nipples.
Si bien Bladders llevaban un ritmo trepidante y un alarde de buen hacer del género, es innegable que la emoción en la sala se caldeó más cuando atacaron el clásico “Maxwell murder” de Rancid, con su formidable solo de bajo perfectamente ejecutado a toda velocidad por parte del cantante y bajista. Si os gusta el hardcore melódico californiano, tomad buena nota de Bladders.
Y por fin teníamos enfrente a los grandes pioneros del hardcore, GBH. En “Diario de un rockero” esperábamos la fecha de este concierto con ansiedad y puedo decir que fue un auténtico gustazo ver a una banda como GBH, que pueden manejar grandes audiencias en festivales multitudinarios en la cercanía con los músicos que permite la sala Gruta 77.
El primer tiro fue “Unique”, una canción que parece compuesta especialmente para abrir conciertos, pero sólo era un aperitivo, ya que la verdadera locura colectiva se desató al sonar el inconfundible riff de guitarra de “Race against time”, en la que los mosh se hicieron dueños de la sala y las cervezas nos salpicaron a las primeras filas. Más caña: la siniestra “Knife edge” y el tema con el bajo vibrante de Ross Lomas de los primerísimos tiempos de la banda: “Lycanthropy”. Después, la pegadiza “Necrophilia”: cada vez que escucho este tema pienso en lo mucho que tuvieron que influir GBH en los Metallica del “Kill´em all”.
A modo de presentación de “State executioner”, Colin Abrahall se refirió a Donald Trump como un “bad, bad man”. La dramática historia de “Dead on arrival” siguió con la rapidez acostumbrada de GBH y ni siquiera con la melancólica “Generals”, decreció el ritmo de las danzas punkeras. Tras “Generals”, Colin Abrahall presentó a sus compañeros de grupo y atacaron con la imprescindible “Freak”. Colin Abrahall continúa como siempre sujetando el pie de micro con la bota y girándose agachado en sus características poses escénicas. Y con todo el calorazo que hacía en la sala, entonces y sólo entonces se despojó de su chupa de cuero mostrando una camiseta con el dibujo de una guitarra y la frase “This machine kills fascists”. Hay que ver lo que le debe gustar a Colin su chupa de cuero para aguantar con ella esas altas temperaturas tanto tiempo. Esto contrasta con el batería Scott Preece, que tocaba vestido únicamente con su pantaloneta luciendo numerosos tatuajes y perfecta forma física.
“Alcohol”, un tema de los más coreables del repertorio, fue descargado precisamente para que el público pudiéramos cantar el estribillo como una sola voz a pleno pulmón, como si de un karaoke colectivo se tratara. Después el trino agudo de guitarra de Colin “Jock” Blyth inició la hipnotizante “No survivors”.
Siguieron con vitalidad “Self destruct” y otra que motivó especialmente a las primeras filas: la pegadiza “Big women”, con el despiporre orgásmico final antes de uno de los grandes himnos de GBH “Sick boy”. Huelga decir que “Sick boy” fue una de las más fuertemente cantadas por toda la sala. Continuaron con algún que otro state diving de los seguidores: “Slit your own throat”, “Am I dead yet” y “Give me fire” (dedicada a unos amigos mejicanos como “Dame fuego”), “Kids get down”, “Drugs party in 526” y el punteo constante de la guitarra de “Diplomatic immunity” para ir ultimando con la dupla de canciones que siempre van juntas en las descargas de GBH: “City baby attacked by rats” y “City baby revenge”.
A petición del batería pararon unos breves instantes ya que según nos comentaron, el día anterior el batería Scott Preece se había hecho una brecha en la espalda de tal calibre que le tuvieron que dar tres puntos. ¡Y el tipo tan sólo pidió un minuto de pausa! Decidieron añadir las canciones “Time bomb”, “Maniac” y “Momentum” durante las que el semblante divertido y simpático del batería Scott Preece mostraba gesto de dolor. Y de este modo GBH cerraron un con un repertorio tan predecible como genial. Esto sí es profesionalidad y dedicación a la música. Es estupendo comprobar en primera persona como el hardcore fundado en 1978 envejece con esta tremenda vitalidad.
Crónica por: Miguel A.R.
Fotos por: Noe Lence